Lo conocí en la época de forzados, porque la situación de nuestro hogar cambió drásticamente. Don Martín , mi padrastro y mi madre se separaron y de pronto élla se vió buscando trabajo en casas. Mis hermanas eran pequeñas pero yo tenía ya casi ocho años. No le daban trabajo con los tres y una vez que le hicieron una oferta en firme, volteó hacia mi y me dijo: Hijito, váyase con su tía. Yo me quedé sin saber que hacer y solo me repitió la órden. Ella se quedó a trabajar y apenas duré una semana con la tía, luego con otra tía y después me consiguió trabajos sencillos con gentes conocidas. trabajos como mandadero, y varios más.
Recuerdo de esta época trabajos como ayudante de jardinería con las monjas de un convento que se ubicaba en frente de la iglesia , ellas administraban el colegio para varones Ignacio Zaragoza. Después, mismo trabajo con la directora de la escuela Pedro Antonio de los Santos., en estos dos trabajos no me pagaban , solo me alimentaban y podia estudiar . También con una doctora de nombre Mercedes Escalera, de ayudante de albañil, este fue de los más difíciles porque no podia cargar los adobes , ayudante con un señor que hacia cochinitos de harina de esos de un color como las gorditas de horno, aquí estuve muy a gusto porque me trataban muy bien, la señora se llamaba Dominga y me gustaba mucho ver su rostro que tenia la piel como muy tersa. Ayudante en una jarciería , muy fácil, solo daba vuelta a la ruedita con una flecha para torcer los hilos de ixtle pero no me gustaba tallar la lechuguilla porque el guishe escalda las manos.
El trabajo que más me gustó fue de pastor, sacaba a pastar unas seis vacas y un toro, por cierto una de las vacas tenia un borrego adoptivo que la seguia a todas partes, era ya crecido y me pidieron que que no lo enseñara a dar topes pero no hice caso y después me arrepentí porque ni a mi me respetaba. Me iba fuera del pueblo , mas allá de Puente del Carmen, a donde había mucho monte de escoba de ramón. Aprendï a hacer escobas de esa rama, a la gente le gustaban porque huele bonito y sirven para barrer patios de tierra, las vendia por nada y di en comprar cigarros y aprendi a fumar.
Fueron más de dos años en estos trabajos, no duraba y si no me gustaban simplemente los dejaba y buscaba otro. Mi madre se desentendió de mí y solo mi abuela materna estaba al pendiente y siempre me buscaba. De élla hablaré mas tarde porque fué un verdadero tesoro para mi y me cuidó hasta su muerte.
Cumplí casi los once años y me fui un día a trabajar a un molino de caña, El Santa Fe que quedaba a poca distancia de El Palmar. Contrataban niños en un trabajo que le llamaban » la engorda » sería porque los niños jugaban mucho, pero trabajaban y les pagaban un salario, bajo, como son los salarios en México. Un peso diario o 1.50. formaban cuadrillas de unos quince niños con un adulto como capataz que los organizaba . Se trataba de esparcir el bagazo fresco de la caña para que secara con el sol, voltearlo, apilarlo para almacenarlo y usarlo como combustible el año siguiente.
Fue ahi, en este trabajo que conocí a EL CHULO , más bien él me conoció porque a veces paseaba por los patios cerca de una barda donde había detrás una casa habitada, vendían comidas baratas a la gente del molino. Un día, todos los chicos pararon a la hora de comer para calentar sus tacos o comida que traían y yo me quedé sentado a la sombra de un mezquite. El Chulo se acercó y me preguntó por qué no iba a comer con los demás. Yo le dije con pena que no traia comida y tampoco dinero para comprar. Se quedó pensando, se levantó el ala del sombrero y le habló a uno de los trabajadores que alimentaban las hornillas y le dijo: Acabo de nombrar a Damián, calentador oficial de lonches, el va a hacer la lumbre desde ahora y nos va a calentar los lonches, comerá con nosotros. Yo era un chamaco esmirriado, tres tacos eran suficientes para mi y siempre estaban rogandome que comiera más.
El Chulo vendía cigarros a los trabajadores, a crédito por supuesto y me converti en su ayudante en las ventas y en la cobranza. Al siguiente año cuando se llegó la zafra pude ya trabajar dentro del molino, como moldero o sea ayudando a envasar el piloncillo, eran muchas horas, pero con descansos entre cada » punto «, así llaman a cada vaciada de dulce hirviente que da un olor característico y delicioso. No diré mucho de este trabajo, solo que éramos dos molderos para cada envasador y estos eran medio gachos porque si el moldero novato se equivocaba, no entregaba el molde a tiempo exactamente en la mano del envasador tenían la costumbre de darte una pasada con la cuchara con dulce caliente con que envasaban, todos teníamos dos o tres quemadas en los brazos.
El Chulo seguía cuidandome porque pensaba que era huérfano. Teníamos unos horarios muy difíciles, empezabamos muy temprano y terminabamos muy tarde y por lo mismo casi todos los del molino nos quedábamos a dormir toda la semana, los que tenían casa se regresaban el sábado en la tarde y volvian el Domingo a cualquier hora para empezar a trabajar en la madrugada del lunes.
El Chulo era casado, lo sabíamos, pero era muy enamorado y por algo le decían Chulo, parece que andaba de novio con una de las hijas del hombre que vendía las comidas y éste le había advertido que dejara en paz a la muchacha. Un sábado casi al pardear me pidió que me quedara a cobrar a algunos clientes , el dijo que se iba al pueblo. Cobré. y ya noche , dos amigos me invitaron a ir hasta e El Palmar a cenar y acepté pués nos gustaba caminar de noche. Pasamos de ida y de regreso junto a la sequia que llevaba agua para el molino pero no vimos a El Chulo que estaba tirado entre los arbustos junto a la barda del molino , apuñalado.
Al día siguiente lo encontraron y la familia de la casa vecina ya no estaba, parece que regresaron a su rancho allá por el rumbo de La Loma.
Ya no quize trabajar esa zafra y no volví al Santa Fe hasta 50 años después, Solo visité la sequia porque nunca supe donde lo sepultaron.
Río Verde, antes El Palmar